12.3.16

Dios estuvo siempre


Habían operado a mi madre, nada serio, la vesícula. En el San Camilo, no sé por qué, tampoco tenía objeciones sobre tal o cual hospital. Los hospitales tenían ese olor tan particular, tan característico, el olor de las malas noticias. La prepaga de mi madre había decidido que fuera allí.
​La operaron el viernes, era sábado a la mañana. Acababa de hacer los trámites para que la dejaran salir. Mi madre estaba en el cuarto, esperando que el cirujano que la había operado pasara a saludarla, le diera las últimas indicaciones. Yo había aprovechado para bajar a fumar un cigarrillo. Me picaban los ojos, debían ser esas semillas que caían de los árboles en otoño. O conjuntivitis.
​Subí. Iba a entrar al cuarto, pero me senté por un momento en la sala de espera, a chequear un par de mensajes que había recibido en el celular.
​Se me sentó una monja, una pequeña monja, como un duende salido de quién sabe dónde. Diminuta, con la piel excesivamente pálida. Se sentó, decía, a mi lado, con las piernas muy juntas y la mirada fija en el piso. Me dio una mano, aunque no fue ese el gesto, no fue técnicamente así. En realidad tomó una mano, una de mis manos, entre las suyas.
​–Tiene que ser fuerte –dijo–. Estos son los momentos donde Dios nos da la fortaleza para seguir adelante.
​No dije nada, asentí, apenas.
​–Porque no importa lo desgraciados que nos sintamos en determinado momento –siguió–. A veces nos parece que todo está plagado de una brutal falta de sentido, nos sentimos desolados, vacíos, como si tuviéramos que atravesar un desierto. Pero después las cosas se aclaran, vemos que todo es parte de un plan superior y que no fuimos abandonados a nuestra suerte. Porque Dios está ahí. Dios estuvo siempre.
​–Sí –dije.
​–¡Dios está acá! –me apretó, la monja, con sus dos manos, mi mano. Y la sacudió como si estuviera preparando un cóctel, como si estuviera por lanzar los dados de un cubilete– ¡Dios no nos abandona nunca!
​–No –dije.
​–Por cada paso que des hacia Dios, Dios va a dar tres –se le afinó la voz, a la monja, visiblemente conmovida–. Por cada paso que des hacia Dios, Dios va a dar diez.
​Me transpiraba la mano, me picaban los ojos.
​Entonces apareció otra monja. Se abrió la puerta del ascensor y apareció otra monja. Usaba lentes, y era más robusta. Una mujer mayor.
​–¿Dónde estabas? –Le hablaba a la monja que me tenía la mano–. Te dije tercer piso. Este es el segundo.
​–Pero –me miró, la monja, la monja 1 podríamos decir, me soltó la mano–, ¿usted acaba de perder a un hijo en un accidente de tránsito?
​–No –guardé mi celular en un bolsillo de la campera–. Yo vine a acompañar a mi mamá, la operaron de la vesícula.
​–Bueno –se puso de pie, la monjita. No había mucha diferencia, parada o sentada medía prácticamente lo mismo, era una cosa curiosa–. Igual todo lo que dije se aplica. Todo lo que dije es válido.
​–Por supuesto.
​Se fueron, las dos monjas. Por las escaleras, no esperaron el ascensor.

9 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Magistral relato. Todo ese discurso desplegado, un discurso que no conforma, para resultar ser un error de piso. Y fue destinado a alguien que no lo necesitaba ni no quería.

Unknown dijo...

Jajaja pobre monjita! buenísimo el relato.
(Hoy no estoy inspirada para comentar pero necesitaba expresar que el texto me pareció maravilloso)

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! cuántas veces estamos a un milímetro del ridículo, de eso se trata.

*sofía maidana! y se puede saber por qué no estaba inspirada? no se me caiga, pichona, que si se cae usted nos caemos todos. le agradezco, y le mando un beso en la frente.

teckloide dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
teckloide dijo...

De seguro había ensayado junto al espejo los ademanes compasivos y la técnica interpretativa . Siempre he pensado que en estos casos el titulo de interlocutor digno cuesta un par de lágrimas y mocos , es una lástima que Hollywood y los políticos hayan anulado la capacidad de sorpresa de la gente. Lo saludo con un abrazo y una taza de chocolate caliente (el ron lo pone la casa).

J. Hundred dijo...

*teckloide!

*teckloide! una de las frases más potentes que leí en los últimos cinco años, aunque en realidad no la leí, en realidad la escuché viendo un video, decía más o menos así: Dios es un comediante con un público que no se ríe nunca. y quizás no tiene mucho que ver con lo que estamos hablando, pero a mí la frase me encantó y la quería decir.
ahora sí, no nos distraigamos, vayamos a lo importante. porque bien puede ser que usted, bueno, de algún modo me elogia, pero que su afecto sea insincero. y para poder esclarecer aunque sea un poco la cuestión, no tengo más remedio que preguntarle. el ron de qué marca es? porque si hay algo todavía peor que el afecto insincero, bueno, es el afecto demasiado ordinario. lo saludo desde mi imaginario pedestal.

teckloide dijo...

Mr. Hundred , a riesgo de atragantamiento (suyo) por zalamerìa , dirìa que si voy a compartir una copa con usted en vivo serìa un Dalmore Single Malt de 15 años hacia arriba y con un cantaor flamenco sonando de fondo por seguirillas , pero como ha remitido la pregunta estrictamente al ron y yo ya he dejado la bucanera y adolescente costumbre del ron barato y el generico metal del Bacardi , me atreverìa a sugerir un "Atlàntico" de 12. Lo saludo con un sediento entusiasmo.

Dany dijo...

Plan superior! Linda forma de mantenernos fumados. Abrazo.

J. Hundred dijo...

*teckloide!

*dany! qué buen curro lo del plan superior, la verdad. 1abrazo.