18.4.14

Doppelgänger


Para cortar la ciudad en veinte minutos, tenés que tomar el subte. Es el infierno, es Saigón, es el horror de estar vivo, es todo lo malo que te puede pasar y mucho más. Pero es menos de media hora.
Salí del centro, tenía que ver a alguien, tomar un café con alguien, en un bar de Cabildo y Aguilar.
No, no importa el alguien, ni tampoco importa, mucho menos, el por  qué. Lo que te puedo decir es que tenía que tomar un café con esa persona, para hablar de algo.
Así que me metí en el subte D, en Diagonal y Florida. Hasta ahí todo bien, hasta ahí estamos. Debían ser las cuatro de la tarde como mucho, así que tampoco era el horario de salida del malón de pelotudos que, a falta de ingenio y/o atrevimiento, bueno, trabajan. Había gente, claro que había gente, desde hace algunos años hay gente en todas partes. Pero todavía no estaban demasiado apilados, eso es lo que quise decir.
Voy parado, por supuesto, agarrado para no caerme. Y suelo cerrar los ojos. Por el intervalo de tiempo que dura recorrer dos o tres estaciones. Aplico todos mis conocimientos de meditación, y pienso. Quiero decir, no pienso. Intento no pensar, aunque intentar tampoco sea el verbo adecuado. Ser, estar, sin pensamientos, apenas eso. Puede que me ilumine, que me convierta en un verdadero Buda y me dedique a recorrer el mundo hablando un poco y sonriendo. O puede que se me pase un poco más rápido el viaje. Me sirven las dos.
Acá viene el asunto, el tema.
Repito la operación, la operación de ignorar mi absoluto fastidio, y mantener mis ojos cerrados por un par de estaciones, y no pensar, pensar lo menos posible.
Y abrí los ojos. Para ver dónde estaba, para ver si estaba vivo, para chequear que no me estén cogiendo o afanando o las dos cosas al mismo tiempo.
Abrí los ojos, entonces, te decía.
Estoy en el subterráneo, eso ya lo dije. El subterráneo está detenido, porque ha llegado a una estación. La estación es Agüero. Alto, eso no es todo. También se ha detenido, del otro lado, otro subterráneo, el que va en dirección contraria, hacia Catedral. Los subterráneos van en ambas direcciones, y por leyes de la física, se cruzan en sus trayectos. A veces, en movimiento, o como en este caso por unos instantes, detenidos. El punto es que abro los ojos, y estoy yo. No, yo soy yo, yo sé que soy yo, pero estoy yo también, en el otro subte. Del otro lado.
Parpadeo. Me miro a mí mismo, y ya estoy por comprender que es un reflejo de los vidrios de las ventanillas, me estoy viendo reflejado, a mí mismo. Miro la imagen, como si de un espejo se tratara, la imagen también me mira.
Pero. Ya están por arrancar, uno de los subterráneos o los dos, con milimétricos segundos de diferencia. Se escuchan las bocinas del cerrado de puertas, alguien que habla por teléfono (siempre hay alguien que habla por teléfono, alguien que está muerto y habla por teléfono porque todavía no se dio cuenta, porque aún no lo sabe), esas cosas.
Pero, dije. Del otro lado. Alguien se mueve, alguien se ha levantado. Y mi imagen, sin dejar de observarme, descubre el lugar libre, retrocede un par de pasos, y se sienta.
Arrancan los subterráneos. No puede ser, no puede suceder, que mi imagen se siente, porque yo sé, estoy seguro, que permanezco de pie. Yo sigo parado.
Los subterráneos se mueven. Mi imagen, que se ha sentado, que continúa mirándome, levanta una mano y hace, con dos dedos, una V. Sonríe, apenas.
En Plaza Italia casi se pelean dos tipos, Uno dijo que lo habían empujado, el otro que habían intentado robarlo. El resto del viaje no tuvo mayores complicaciones.

4 comentarios:

Mr. Kint dijo...

A juzgar por la V que le hace al retirarse, infiero que es su Doppelganger peronista. Y según lo que dicen por ahí y dado su ya reconocido narcisismo, bue, para un Juan Hundred nada mejor que, ejem, que otro Juan Hundred.

(su texto me ha parecido brillante pero no quiero seguir diciendo que usted es muy bueno, no vaya a ser que se lo crea).
Le mando un abrazo justicialista.

J. Hundred dijo...

*mr. kint! camarada, hay tanta pero tanta gente que cree que soy un pelotudo, que no está mal que alguien crea que soy un fenómeno. digo, para compensar. lo abrazo.

Gabriel dijo...

Más curioso que el fenómeno de desdoblamiento que usted ha percibido, me resulta la libertad con la cual se mueve su otro yo en el subte del frente, como indicando que en esa especie de "solapamiento" de universos, incluso su propio alter ego tendrá oportunidades de libertad mejores que las suyas.
O quizás su relato me ha hecho proyectar y no estoy hablando de usted.
De cualquier forma excelente, como siempre.

J. Hundred dijo...

*gabriel! es tremendamente importante lo que usted menciona. podríamos decir algo como: mire si estaré mal, que hasta a mi alter ego consigue lugar para sentarse mientras yo sigo parado. lo saludo con alegría.