24.7.13

El diablo está en los detalles


         Antes de coger, o mejor dicho, para coger, ella me pedía que le clavara una chinche. Ya está, ya te lo dije.
         La primera vez me sorprendí un poco, claro. Quiero decir, a mí a veces me puede gustar ponerme la máscara del hombre araña, para coger, o que me pajeen en el cine con la mano llena de maní con chocolate, si la película es muy aburrida. Pero son boludeces, cositas.
         Fuimos a la casa de ella, en la segunda salida. La había llevado a comer a un restaurancito italiano donde se comen pastas caseras, habíamos tomado un rico vino.
         Y ella me preguntó si quería subir, a su casa. A tomar algo más. Dije que sí, claro. Una cosa llevó a la otra. Estábamos en un sillón del living conversando, con jazz de fondo. La besé, respondió. Todo iba bien, la urgencia de descubrir un cuerpo nuevo, el no conocer los tiempos y distancias de la otra persona. Ver qué botones se puede apretar, cuáles no funcionan. Intrincados mecanismos.
         Y entonces, cuando la alcé para llevarla hasta la pieza y la tiré en la cama como si fuera una más que apetecible bolsa de papas. Cuando la desvestí y le quité la bombacha y ya estaba por empezar a olfatearle la concha como un famélico bull terrier, cuando le estaba por meter el hocico.
         –Pará –me dijo.
         Y yo paré, me detuve. Todo iba fenómeno, pero ella quería decir algo, manifestar una inquietud, que no se la pusiera sin forro, o que no le gustaba que le metieran un dedo en el culo, ni siquiera una falange, o que le gustaba que la cogieran primero boca arriba, o mirando al nordeste, no sé.
         Pero no. Sacó una cajita del primer cajón de la mesa de luz. Pensé que podía ser un lubricante saborizado, un piolín para que la atara, una porción de pizza fría por si entre polvo y polvo le agarraba hambre.  
         No, era una cajita de chinches. Ella abrió la cajita, sacó una chinche, esas chinches doradas que usábamos en los trabajos prácticos de la escuela primaria. Esas chinches de lo más berretas. Ella me dio la chinche.
         –Tomá –dijo–. Clavame la chinche, primero.
         –Qué –dije. Y me quedé mirando. Pero ella estaba bárbara, ya predispuesta, flaca, huesuda, tetas pequeñas, cualidades perdurables, culito redondo y firme.
         –Dale –dijo, y sonrió, se sopló el flequillo de la frente–. Clavame la chinche, en cualquier lado. Me gusta.
         Terminé mi whisky de un trago, la miré para ver si era un chiste, pero no. Así que agarré la chinche, y la apoyé sobre su teta derecha, cerca del pezón. Esperando que ella me quitara la mano. Pero ella puso su mano sobre la mía, y me indicó. Hizo presión. Con la otra mano me tenía agarrado de la hapi.
         Así que apreté. Sentí el ‘pric’ del pequeño pincho de metal agujereando la piel, y ella lanzó un suspiro, todo su cuerpo se relajó y fue puro placer.
         A partir de ahí fue siempre igual. Era eso, nomás. Ella necesitaba que le clavara una chinche, antes de comenzar la fornienda. En cualquier lado, podía ser en una nalga o en un hombro, o en una pantorrilla cuando la ponía en cuatro patas. Ella cerraba los ojos y esperaba, mientras yo decidía si clavarle la chinche en la espalda o en la planta de un pie. Y entonces se deshacía en placer. Era magia, era la luz de la vagina misma iluminando el universo entero, era alegría.
         Nos veíamos dos o tres veces por semana. Genial, absolutamente genial, íbamos a cenar, dormíamos juntos. Una mujer inteligente, hermosa, divertida.
         Después del sexo ella se pasaba un algodón con alcohol por el puntito de sangre, tiraba la chinche al tacho de basura que había en la cocina. Volvía a la cama, me daba un sonoro beso, y se dormía.
         Jamás en mi vida estuve tan bien con alguien. Hacíamos planes, incluso, para irnos a vivir juntos.
         Hasta que un día, estábamos en su dormitorio, con el televisor encendido, y cuando empecé a quitarle el corpiño ella abrió el cajón. Sacó la cajita. Y nada, la dio vuelta, la agitó un par de veces. Se habían acabado las chinches.
         –No importa –dijo–. No pasa nada.
         Al poco tiempo dejamos de vernos. Me dijo que se iba a hacer un posgrado a Canadá. Necesitaba cambiar de aire, dijo, una nueva vida.

11 comentarios:

Juan Sebastián Olivieri dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan Sebastián Olivieri dijo...

Extraordinario.

(Me llegó un aroma a película francesa...pero no, no me haga caso)

Guillermo Altayrac dijo...

Tendrías que haber prestado atención y haber comprado otra cajita de chinches antes de que se acabaran. Era una prueba, un medidor de amor. Sos un egoísta.

J. Hundred dijo...

*juan sebastián olivieri!

*juan sebastián olivieri! también le puede haber llegado un poco de olor a concha que me quedó en los dedos. son situaciones.

*guillermo altayrac! si es cierta la frase, aunque la frase no existe, la frase la estoy inventando yo en este mismo momento. si es cierta la frase que dice que, bueno, ‘se coge como se vive’, entonces voy a tener que admitir que coger conmigo puede resultar una experiencia algo traumática. como decía un legendario locutor de titanes en el ring: esto es para profesionales, no lo intenten en sus casas.

Angel dijo...

Permitame que lo felicite por esta frase (con la autoridad que internet me confiere para hacerlo):
"una porción de pizza fría por si entre polvo y polvo le agarraba hambre".

Quiero decirle que ud no esta bien de la cabeza y, antes de que me diga que yo tampoco, yo tampoco por leerlo.

Saludos y gracias por su arte.

J. Hundred dijo...

*angel! le cuento una intimidad, una infidencia, total esto no lo lee nadie. hay gente que tiene hambre después de coger, hay gente que tiene hambre antes de coger. yo a veces tengo hambre, durante. quiero decir, podría estar bombeando con un sánguche de milanesa en la mano, más que perfectamente. 1saludo.

Mr. Kint dijo...

"Como las chapas: si no las clavas bien, se vuelan" me decía mi tío sobre las mujeres; creía entender el significado pero ahora usted me siembra dudas al respecto.
Un abrazo

J. Hundred dijo...

*mr. kint! su tío debe haber cogido más que yo. pero tantísima gente debe haber cogido más que yo, quiero decir, tampoco le vamos a decir que puede dar vuelta olímpica por eso. un abrazo.

Pipipi 7 dijo...

JAJAJAJAJA. sos un genio. pocas cosas leí mejores que esta.

J. Hundred dijo...

*nele! pero qué dice, insensata! se me ocurre que usted debe tener una fantástica risa, y la saludo.

Pipipi 7 dijo...

y sonrisa también n.n