15.3.11

Quedan las marcas

Lo vi. Era Chespirito, seguro que era él. Aunque habían pasado muchos años, menos de veinte, pero más de diez.
–Hola, Chespirito –me acerqué y tendí una mano, porque yo acababa de entrar al bar y él estaba sentado prácticamente en la primera mesa, no había forma de pasar y hacerme el distraído. Le dije ‘Chespirito’, porque le decíamos Chespirito, no me acordaba si se llamaba Gustavo o Gabriel.
El tipo me dio la mano, levantó la mano con mucha lentitud, como si la mano fuera un pesadísimo pez. Mientras él levantaba la mano, me vino todo a la mente, o casi todo, como una película pasando con vertiginosa rapidez, montones de recuerdos lanzados en grotesca velocidad.
Éramos jóvenes, adolescentes, con ganas de ver qué tenía escondido la vida debajo del pulóver para nosotros. Las ganas de pelearnos, de emborracharnos, de coger. Y Chespirito era uno más, un chico excesivamente pálido y flaquito, con ojos siempre legañosos y una levísima tartamudez. Una tartamudez que se agravaba, es natural, cuando se asustaba o se ponía nervioso. Y nosotros lo asustábamos, lo poníamos nervioso, siempre. Era uno de nuestros preferidos deportes.
Éramos crueles, como sólo un adolescente que no ha sido salpicado por excesivas desgracias todavía puede serlo. Le pegábamos entre todos, cuando bajábamos a la calle antes de ir a bailar. Alguien decía ‘¡ahora!’, y lo tirábamos al piso, en la calle, para de inmediato tirarnos todos encima mientras él lloriqueaba y pugnaba por escapar. O estábamos comiendo hamburguesas, en Villa Gesell, y alguien se miraba con alguien y listo, uno le agarraba los brazos desde atrás y otro le rociaba con mostaza la cara, mientras él gritaba que se iba a quedar ciego, que no podía ver, y se caía de la silla ante la atónita mirada del resto de los comensales del lugar.
Una vez nos invitó a la casa, por su cumpleaños. Fuimos al dormitorio de los padres y pishamos entre varios toda la cama, Gaby sacó un peceto de la heladera y se lo pasó un buen rato por las axilas primero, por las ingles después, antes de volver a acomodarlo en la fuente con papas, zanahorias y cebollas, probable almuerzo del siguiente día. Cuando bajábamos del departamento, en huida, Marcelo arrancó el portero eléctrico de un tirón. Adrián contó que había encontrado el tejido que estaba haciendo la madre de Chespirito (era viuda, postrada en silla de ruedas desde hacía mucho, entre Fabricio y Carlos la habían encerrado en un baño) y lo había metido en el freezer, con los ovillos de lana, las agujas hechas un metálico bollo, todo. A Chespirito, del miedo, de la impotencia, le había dado un ataque de asma. Un vecino tuvo que llamar a una ambulancia mientras nosotros nos íbamos a bailar, matándonos de la risa, llevándonos una botella de whisky, por que Chespirito se había puesto azul, trataba de putear, lloraba, se moría.
Después nos dejamos de ver con los pibes. Nos vinimos grandes. Yo me puse a estudiar, Villa Gesell quedó enroscado en algún pliegue del pasado. La vida.
–Perdón –le dije–. Te quiero pedir perdón por todo lo que te hicimos durante la adolescencia. No era mi culpa, o no era sólo mi culpa, pero yo participé, de todo, sin excusas. Sé que es tarde, pero aprovecho para pedirte perdón. No sé.
–Nno tt tte perdono –dijo Chespirito, con su tartamudez galopando como un caballo rengo–, nno puedo pp perdonarte. Te agg gradezco el ggesto, eso sí, pero pero ojj ojj jalá te mmu mueras. Ustt tedes me cagaron la vida.

11 comentarios:

Dany dijo...

Me trae algunos fantasmas del pasado. Muy bueno.

Yoni Bigud dijo...

Se jugó en ese bar algo muy parecido a una partida de ajedrez. Al final ya sentenciado de una partida de ajedrez. Como cuando uno de los jugadores mira al otro y le dice 'mate en dos'. Y ya está, todo queda de digitado de antemano. Uno tiene un movimiento obligado, una única pieza a la que echar mano. Y eso habilita al otro a terminar la contienda con un alfil que atraviesa justiciero todo el tablero para aterrizar en el escaque mortal.

Usted tenía un único movimiento, obligado. Y acto seguido recibió lo que merecía.


Un saludo.

Alelí dijo...

me quedé sin palabras.

y por lo visto le cagaron la vida porque como mínimo yo te parto la botella de vino en la cabeza!

J.J. Bustos dijo...

Lavamos la luneta del auto, estiramos la calcomanía, estampamos sobre el vidrio "Todos somos Chespirito", y partimos con ánimos cívicos renovados.

Sandra Montelpare dijo...

me gustó eso de la mano que pesaba como un pez y la tartamudez galopando como un caballo rengo Bien , muy bien Sr. Hundred. Usted promete jajajajjajajajjjj No, en serio. está moooooooooy leeeeeeendo este relato

Viejex dijo...

Me gusta como reflejó el odio y desprecio del tal Chespirito. Muy bueno.

Ale R dijo...

Lampone: Te agachás y te la ponen!

sergio dijo...

Es un héroe el pibe, si no lo jodían a el la pudo haber ligado usted.

Mas que perdón habría q decirle gracias.

Saludos

J. Hundred dijo...

*dany! fantasmas en la máquina.

*yoni bigud! permítame, con las dificultades de siempre, citar a una de las personas que no me canso de citar :

dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿qué dios, detrás de dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

a veces uno recibe lo que se merece. a veces, ni siquiera eso. un saludo.

*alelí! dejar sin palabras a la gente, en la práctica de las actividades más diversas, es otra de mis exquisitas especialidades.

*j.j. bustos! todos somos chespirito, claro está, pero algunos más que otros. el delicado tema de las proporciones.

*sandra montelpare! muchas veces se me da por pensar qué sería de mí, sin usted. también, algunas veces, pienso que sería de mí, sin mí. lo que le quiero decir es que pienso muchas cosas.

*viejex! no, viejex, no le gustó. hasta el más tenaz de los desprecios precisa cada tanto un par de hondas respiraciones, una pausa, no es nada más que eso.

*ale r! recuerdo la película ‘amarcord’ del superior fellini. la genial escena de ‘voglio una donna!’, su descomunal potencia expresiva. quizás su arrebato tenga significado similar, parecidas implicancias.
ah, le adjunto la escena, es mucho más importante que cualquier cosa que yo haya escrito.
http://www.youtube.com/watch?v=6DojUsPNTuo

*sergio! no, a pesar de su tan ingobernable como perfectamente entendible deseo de agredir, no podía haberla ligado yo. tuve la desgracia de conocerme en esa época, y era una curiosa fuerza de la naturaleza, una verdadera basura humana, capaz de las peores barbaridades. luego pasó el tiempo, por que el tiempo pasa, y no puedo parar de derramar esta pasmosa genialidad, yo no sé qué pasa.

Mr. Kint dijo...

Más conozco a Hundred, más quiero a mi perro.
Olvidar sería el mayor de los perdones, en realidad, el único. Pero a veces no es fácil, en ciertas ocasiones el tractor de la vida arrolló con tanta violencia que se hace difícil permitirse tan divino acto, porque como ya dijo alguien, y cito textual, "quedan las marcas".
saludos

J. Hundred dijo...

*mr. verbal kint! usted lo ha dicho, en la primera línea del comentario, con meridiana claridad, de fantástica manera. conocer a JH es una de las cosas más interesantes que le pueden pasar a cualquiera. pero sí, debo reconocer, lo admito, he visto cómo sucede una y otra vez, habla la experiencia con su black & decker y su paciencia de araña. quedan las marcas. 1saludo.