5.2.11

Arbor dixit

Estaba retriste, estaba remal. Las cosas no me salían, a decir verdad no me habían salido nunca, los grandes rubros del horóscopo, tampoco el cambio chico, los detalles. Mi vida era un pulóver mal tejido. Me acababa de divorciar, la conchuda de Mónica no me quería dejar ver a Josefina. En el laburo había cambiado el gerente regional, y se contaba que el tipo venía a hacer una limpieza. Si miraba fijo una tira de asado o me pasaba una milanesa por el pecho el colesterol me subía a 33.
Salí de Rond Point, de discutir con Mónica. No sé por qué carajo me citaba en Rond Point, debía ser que después se iba al Shopping y le quedaba cómodo. Le dije que lo único que hacía era pedirme guita, me dijo que yo era un pelotudo, lo normal.
Salí, crucé Figueroa Alcorta en diagonal. Sábado, tres y media de la tarde. No tenía ganas de sentarme en un cine, no tenía ganas de caminar, no tenía a quién llamar.
Me senté en un banco de la plaza. Miré a un perro, un eléctrico Setter Irlandés que no podía parar de moverse, deberían construir perros que se movieran un poco más despacio. Miré a una piba que pasaba corriendo, flaquita, con calzas de ciclista, un culito firme y una mueca del más profundo fastidio, en la cara, no en el culo. Fumé dos cigarrillos.
Decidí volver a casa, a ver si podía dormir una siesta, aunque ya ni siquiera dormía demasiado de noche. Si dormía seis horas de corrido era para festejar. Caminé unos pasos, por Tagle creo, la que está frente a la embajada de Chile.
–Ey –miré, pero no me había tropezado con nadie, por la sencilla razón que no había nadie con quien tropezar–. Sí, vos.
Me detuve. Miré hacia arriba, la voz parecía haber venido de arriba.
–Soy el árbol –se agitaron las hojas, podía ser el viento. Tenía que ser el viento.
–No entiendo –me acerqué, dos o tres pasitos laterales, al tronco del árbol–. Quiero decir, no puede ser.
–Sí que puede ser, sí que puede ser –la voz era ronca, gruesa, grave, voz de alguien que ha fumado muchos años–. Los árboles estamos vivos, cualquiera lo sabe.
–Pero no hablan.
–¡Por que no queremos! –se rió, el árbol, una vegetal carcajada–. Por que no queremos, nada más.
–Es rarísimo –dije. Apoyé una palma, sobre el tronco, rugoso, fresco, algo latía debajo de la corteza, algo que yo era incapaz de descifrar–. No sé qué decir.
–No digas nada –dijo el árbol–. Y no tengas miedo. ¿Tenés miedo?
–No –le di un par de palmadas al tronco–. No creo que me vayas a pegar.
–¡Ja! –se rió el árbol, otra vez.
–Bueno, me voy a ir, antes de desmayarme –dije–. Si esto no es un sueño, si no me despierto en casa, otro día te paso a saludar.
–Bueno, dale. Pero no te hagas mala sangre, flaco. Se te ve preocupado, se te ve mal.
–Es que no me sale una –saqué otro cigarrillo– ¿Te molesta si fumo?
–No, fumá tranquilo. Nosotros hacemos la fotosíntesis, qué carajo me importa si fumás, forro.
–No me sale una, te decía. Estoy divorciado, y mi ex mujer no para de romperme las pelotas. El trabajo es una mierda. A la noche, a veces, tengo taquicardia. No doy más.
–Te hacés mucho problema, pibe –me cayó una hoja, del árbol, se deslizó por mi frente–. Es todo la cabeza. Mirame a mí. No me puedo mover, vienen los perros y pishan y pishan, siempre en el mismo lugar. Y vos tenés ganas de decirles ‘ya pishaste ese lado, pishame parejo’, pero no, qué boludos los perros, por Dios bendito y la Virgen que llora Fernet. Después algún gordito que se cree Rocky Balboa se te cuelga de una rama. ¡Pará, loco! ¿No ves que me matás? Y siempre hay un pelotudo que quiere venir, saca un cortaplumas, y quiere escribir algo, alguna gilada. Me estás haciendo mierda, loco, para escribir ‘Beto y Laura’. Si la mina está con vos, si te la estás cogiendo. ¡Decíselo! ¡Decile lo que quieras, pero no me lastimes más!
–Tenés razón –pité.
–Así que cortala. Qué depresión ni qué trastorno de ansiedad, boludo. A veces llueve, a veces hace calor, a veces te sentís bien, a veces no tenés con quien hablar. Cuando te parezca que la cosa está como el culo, pensá en mi situación. O vení a verme que yo te despabilo de un ramazo en la cabeza. No seas ingrato con lo que te tocó, loco. No jodas más.
–Tenés razón –dije otra vez. El árbol se quedó callado. Di un par de golpecitos sobre el tronco, pero nada. Al rato me fui.

15 comentarios:

Sandra Montelpare dijo...

Bueno Sr Hundred, me hizo reír! esa focalización arbórea es moooy graciosa!!

Dany dijo...

Disfruto con su aversión a los que corren. Esta vez la minita que corría tenía cara de fastidio jaj. Sería la boluda hidratada? Un pullover mal tejido entre otras perlitas.

Jueves dijo...

Muy bueno, señor Hundred, muy bueno.

Alelí dijo...

esta vez no me sorprendió hablo todos los días con ellos! y todos dicen más o menos lo mismo!

me alegra, profundamente que pueda escucharlos con tanta claridad.

besos

Jorge dijo...

Plantarse en un lugar puede ser un problema serio, mejor le aviso a Pino Solanas...
Gracias!

J. Hundred dijo...

*sandra montelpare! su risa es música.

*dany! cada tanto, le confieso, tengo algunas dudas sobre mis capacidades. pero entonces pasa que de pronto voy y escribo una frase así: ‘mi vida era un pulóver mal tejido’. y no me queda más remedio que aceptar, aunque me cueste un poco, que soy genial.

*jueves! ah, no, mi estimada. tiene usted que decir algo más, algo que podamos transformar en un exquisito malentendido.

*alelí! no la quiero contradecir, pero no. le mando un beso en la frente.

*jorge! que nos vaya bien a todos.

Anónimo dijo...

oiga, usted estuvo de gran charla con MI fresno!

Jueves dijo...

Escucheme, señor Hundred, yo bajo presión no puedo escribir. Agradezca que le puse eso, porque la mayor parte de las veces me avergüenza firmar así.
De todos modos, prometo esforzarme un poco más para la próxima.
Qué tenga una linda lluvia.

Mr. Kint dijo...

Brillante, Juan.
Será que su historia me ha tocado tanto que me cuesta emitir un comentario emocionalmente despegado. Será que he caminado tantas veces frente de la embajada, ahí por Tagle, volviendo del trabajo, abatido, que esperé en vano que un par de nalgas ancladas en lycra me alegren el día, una distracción en el pozo, o que me hable alguien aunque sea un arbusto, un perro, que me diga eso que ya sé, que usted también sabe. Será que jamás he escuchado el gruñido ronco de una voz vegetal, que es tenue y apacible, será que algunos sólo entendemos los clamores metálicos, gélidos de un revolver sobre la cabeza propia o del llamado de la parca sobre un afecto, el aliento fétido de una enfermedad que te pone en jaque. En fin como dicen por ahí, el árbol sabe por árbol pero más sabe por tejo.
Saludos

J. Hundred dijo...

*laura! hay mujeres a las cuales les he mirado, hasta la extenuación, el culo. soy, si tuviera que definirme de alguna forma, no soy mucho más que un gran anhelador de culos, he tenido indómitas ansias de algunos culos. hay mujeres de las cuales me ha fascinado sin ambages el cabello, un cabello potente, algo roñoso, sin afeites ni cuidados. cabello para apretar un poco, para meter la mano. hay mujeres a las cuales les he mirado los tobillos y las manos, sólo tobillos y manos, sin importar las tetas, he soñado con tocar esos tobillos, con ser tocado por esas manos, en un hombro, en el rostro, ser rozado apenas por esos dedos. hay mujeres de las cuales me maravilla la nariz, torcida, ganchuda, o con un golpe, narices que me dejan pensando toda la noche. pero hasta ahora, debo confesar, jamás me había pasado tener que decirle a una mujer que me gusta mucho su fresno.

*jueves! aquí no presionamos a nadie. si se fija usted bien, incluso hemos dado algo de contención y cariño, a inabarcables imbéciles, perennes pelotudas. repito hasta el hartazgo aquella ternura hecha frase de la Madre Teresa de Calcuta, eso de ‘hay que dar hasta que duela’. no puedo parar de dar, propinas, pijazos, fragmentos, amor en alguna de sus recónditas variantes. es mi estigma.

*mr. verbal kint! he esperado. Dios sabe que he esperado. sentado en algunos bancos de algunas plazas que me conocen de memoria. he esperado que ella volviera a decirme que me quiso, que todavía me quiere, que recuerda esa lluvia, esa vez que caminamos de la mano. he esperado un perro que se me quedara mirando y moviera la cola, contento de verme, a mí, sin motivo, contento por que sí de estar cerca mío como si los dos compartiéramos un secreto, como si estar sentado conmigo fuera lo mejor que pudiera sucederle. he esperado que pasara alguien, cualquiera, y me de un abrazo que me entibie un poco el alma, porque una vez lo hice reír, porque una vez me escuchó decir algo que le sirvió de algo. pero no, señor kint, no ha sucedido nada de eso, y yo sigo sentándome en algunos bancos de algunas plazas. a veces escribo un poco, también.

Anónimo dijo...

sabe Juan, es que mi fresno no es cualquier fresno, será por eso que despertó en usted(aún sin conocerlo) toda esa mini confesión sobre culos, cabellos y tobillos que logran dejarlo pensando toda una noche

uff, ni quiera pensar si por un momento tan solo, él, (mi fresno) le dedicara un suave movimiento de su copa.

aunque de verdad, muero por conocer su reacción ante tamaño gesto

Anónimo dijo...

Lo que me gusta de las cosas que escribís es que son inesperadas, siempre, y es en la sorpresa y en la perfección de lo que escribís, donde radica mi gusto y mi ansia de regresar siempre a este espacio.

Clap clap clap, as always.
Violeta Martínez Uría, alias Prolony (by word verification).

Anónimo dijo...

Voy a empezar a usar como seudónimo las word verification, no están mal ehhh?

Violeta, o Minest!

Jueves dijo...

pero por mí no se preocupe. no le exijo ni contención, ni cariño, ni siquiera que me responda los comentarios. con algun texto suyo que me haga sonreír mientras lo leo estoy hecha. "romper las bolas lo mínimo posible" me gusta decirle.

Anónimo dijo...

Me encanta. Su forma de escribir, me fascina. Desde su nickname hasta su amplio léxico. Aunque me da un poco de miedo, es por eso que me pongo como anónimo en este momento. Es rudo, yo soy frágil. Sus palabras me romperían el caparazón de seda que llevo en mi piel, sería letal. Pero lo quiero, en serio, muchas gracias por desvelarme pensando en cosas que realmente valen la pena: la vida.