11.5.09

Dejá de llorar

Estoy en un bar, dónde podría estar. Es muy temprano, las ocho de la mañana o menos, la hora donde la ciudad flexiona las rodillas y sale a tirar patadas hasta que a nadie le queden ganas de soñar.
El bar es un bar de barrio, poca gente, sin los colmillos a flor de piel de los que van al microcentro a morir, pero primero a matar. Hay una mesa ocupada, en realidad tres, pero los solitarios no cuentan, los solitarios miran por la ventana o fuman o piensan o se conforman con estar del lado de adentro del cristal. Hay una mesa, entonces, una mesa con cuatro integrantes, papá, mamá, nene, nena. El nene, porque es el nene el que ha captado mi atención, llora. Llora como si fuera la actividad para la que se preparó toda la vida, llora como si, después de esta vez, no fuera a llorar nunca más.
Intento seguir con mi vida, leer, garabatear un par de palabras en un cuaderno gastado de tanto manoseo. Pero no es posible, lo que equivale a decir que es imposible. El nene no para de llorar. Debe tener siete años, un flequillo que se aparta de la frente con un antebrazo, pero que de inmediato vuelve a caer, y mocos que van cayendo en dos surcos y que él se encarga de ir sorbiendo, pero sólo en parte. Tiene la taza de café con leche con ambas manos, pero no toma. Y llora, y su llanto, cada tanto, sube en intensidad, y luego desciende a la intensidad original, a esa intensidad media, pero no desaparece.
La madre ha intentado hacerlo callar, dos veces, pero ha perdido la fe, conoce al chico desde hace demasiado tiempo y sabe que el chico, su llanto, no va a cesar. El tema que atormenta al chico es una visita al dentista, o un partido de fútbol que se le ha prometido como contraprestación, como recompensa, en una negociación en la cual se lo ha engañado, no le han cumplido y eso lo decepciona profundamente. Y a falta de herramientas, el chico elige llorar.
La hermana del chico debe ser tres o cinco años mayor, disfruta viendo que su hermano es el problema, y elige portarse bien, sólo para mostrar que está en la vereda opuesta. El padre no habla, se hunde en su café con leche y no habla, porque necesita algo de fuerza para enfrentar las próximas doce horas de lo que sea que le espere. La madre unta una tostada con particular desinterés, y con queso descremado o desquesado también, por hacer algo y mantener las manos ocupadas. El fastidio como una bufanda transparente.
El chico retoma su berrinche. Ha juntado un poco de aire y tiene más fuerza. Eleva su planteo a un mundo que no lo comprende. El dentista, el partido de fútbol, el dolo, la injusticia, la maldad.
Me pongo de pie, me acerco hasta su mesa.
–No llorés, pichón –le digo–. Dejá de llorar que esto recién empieza. Ya vas a tener oportunidades para vengarte, o de repetir la historia de estos forros, seguramente de entregarte, o de intentar escapar. Pero mientras tanto, por ahora, tomate el café con leche y no llores más.

8 comentarios:

Mar dijo...

Estás de racha mi señor.

Alelí dijo...

Quizás lloraba porque no le gustaba el café con leche. Además dígame si le hace caso a ud. ¿no estaría reprodciendo lo que intenta cuestionar?

Bugman dijo...

Ahora me dieron ganas de llorar a mí.

J. Hundred dijo...

*mar! no me consta.

*alelí! tengo la sospecha, es mi parecer, que usted no me entiende. pero no menos cierto, no menos probable, es que yo no la entienda. nada que no le suceda al común de los mortales, en vivo y en directo, con familiares y amigos, en el tan cotidiano como particular e intransferible via crucis. en cualquier caso, no creo que deba ser motivo de preocupación ni alarma.

*bugman! yo creo que una lágrima suya en mercadolibre puede costar una pila de plata. tenga cuidado con lo que hace.

La condesa sangrienta dijo...

De chicos nos lloramos todo sin saber que recién empieza. Agotadas las lágrimas, de grandes no nos queda más remedio que ser cínicos o hijos de puta.

J. Hundred dijo...

*condesa! de chicos nos lloramos todo. de grandes, como usted menciona con particular elocuencia, descubrimos que con llorar no va a alcanzar, que no hay remedio.

Lara dijo...

y se calló?

J. Hundred dijo...

*lara! entre mis tan múltiples como variadas facultades está la de hacer callar a los que lloran. y la de hacer llorar, a los que callan.