19.5.07

Quieto

Existe una postura de yoga, una posición denominada ‘savasana’, ‘la postura del cadáver’. Consiste, sin entrar en tecnicismos que me exceden hasta el absurdo, en quedarse quieto. Acostado sobre el piso, boca arriba, con las piernas algo separadas, los brazos al costado del cuerpo, palmas hacia arriba, ojos cerrados. Lo bello del ejercicio es que consiste, precisamente, en no hacer nada, no moverse. Uno se limita a respirar, el corazón late, pues se trata de actividades no volitivas. El cuerpo se detiene, primero, y luego, también, la mente.
Cinco minutos así, o diez, y uno siente beneficios psicofísicos inexplicables. Se emerge como quien ha dormido nueve horas del mejor sueño, aunque, reitero, uno no debe dormirse durante el ejercicio. Es no hacer nada, absolutamente nada. Es estar presente.
El ejercicio lo deja a uno, a mí, con una carga energética inaudita. No deseo ahondar, perderme en los detalles.

También puede uno, un día cualquiera, quedar atrapado, rumbo a la oficina, en un atasco de tráfico, un embotellamiento, producido por cientos de miles de personas que desean ocupar, por motivos que no vienen al caso, las mismas coordenadas espacio-tiempo.
En esta situación, también, debe uno quedarse quieto, muy quieto, no pensar, no moverse. Entiendo que este ejercicio no tiene una denominación específica en el lenguaje yóguico. En castellano sería, más o menos, 'sentirse un imbécil'.

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