25.11.06

Princesa, princesa

Le regalé un cactus en lugar de una rosa, para que comprendiera que mi amor tiene cualidades perdurables.
–Sí, pero la rosa es bella –dijo ella.
–La belleza es fugaz, es efímera, es un instante –dije yo.
–Sí, pero el cactus pincha –dijo ella.
–Debe pinchar, a veces. Debe tener ese costado doloroso, es parte de su naturaleza –dije yo.
–Sí, pero la rosa tiene su aroma, su fragancia capaz de endulzar el alma –dijo ella.
–Es justamente esa cáscara de sensualidad la que te traerá inmediatos desencantos. Lo que te dejará melancólica y triste. Lo que te dejará un regusto amargo sobre tu almohada cualquier mañana de invierno.
–Sí, pero… –dijo ella y exhaló un suspiro. Hizo un mohín. Se acomodó con dos dedos el cabello detrás de una de sus orejas de porcelana.
–¡Okey, ya entendí! Es que el cactus estaba en oferta. Mañana te traigo rosas. Esperáme hasta mañana. Es un día, nomás. Dale.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mmm... y para mí un ramo de flores es exactamente igual a un kilito de papas, con la diferencia de que las papas son perfectamente comestibles. El captus es mejor, yo prefiero los cáptuses porque están vivos y son infinitamente mucho más lindos.

J. Hundred dijo...

*maldita! lo que sucede, tal vez, es que usted, además de ser princesa, es maldita. y las princesas malditas tienen un modo particular y único de ver las cosas, entre otras ventajas sobre el resto de la monada.
un saludo.

Lara dijo...

jajaja! lo que no sabe el pobre hombre es que cuando mañana le traiga las rosas, a la chica le va a parecer que las espinas pinchaban y que prefería otra florcita... y así sucesivamente...

J. Hundred dijo...

*lara! a usted no se le escapa que definir lo gracioso y lo triste, en cada desencuentro, tiene una pizca de arbitrariedad de su parte.